El miedo es inherente…


Han pasado ya varios meses desde que comencé a sugerirme a mi mismo el alejarme para siempre de las redes sociales. Y es que evaluar los riesgos contra los beneficios resultó ser tan sencillo que al final me di la razón, yo no necesitaba ya las redes sociales y mucho menos el relacionarme con las personas que allí “habitan”. Pero debido a esa decisión es que regrese a mi blog personal, motivo por el que no es complicado entender el por qué de buenas a primeras este último resucitó después de tantos años sin haber mostrado siquiera señales mínimas de vida.

La situación a expresar hoy, para mi no es sencilla en absoluto. Ojalá hubiese sido tan sencilla como el elegir sin quedarme sin redes, pero el campo de la salud no es para mi algo que pueda echar en saco roto.

Pues bien, la situación es la siguiente: Desafortunadamente a mediados de febrero comencé a sentirme mal del intestino. Aunque soy yo amante de tener siempre una respuesta a lo que me sucede a mi a lo que me rodea, esta vez no pudo ser así, por lo que en medio de la pandemia me vi obligado a asistir al hospital no solo una, sino repetidas ocasiones.

No haré la situación más larga de lo que fue, no tendría sentido y mucho menos vale la pena dar explicaciones al menos en este post.

Y pues bueno, no es para mi ya una sorpresa el encontrarme con médicos que no saben en lo absoluto lo que están haciendo, de esos que no se adentran en los casos que tienen enfrente en absoluto mientras que en su interior se creen tocados por Dios haciendo alarde de su sobrevalorado conocimiento, mismo que a su vez los lleva a cometer error tras error.

Dada la incompetencia, durante unas semanas tuve varios diagnósticos, todos erróneos cabe resaltar. Desde infección en las vías urinarias, piedras en las vías urinarias, infección intestinal, diverticulitis, enfermedad de Crohn, celiaca y finalmente síndrome de colon irritable.

Habrá quienes se pregunten qué es un síndrome, mientras que para la mayoría su curiosidad no llegue a tanto; pero para aquellos a quienes desean saber, les doy mi punto de vista que no es tan simple como el encontrar la respuesta directamente en Google: El miedo, al menos para alguien pensante, es inherente. Un síndrome es posiblemente el último escape que tienen los médicos cuando se ven superados por la situación y debido a ello mo saben qué más decirle a sus pacientes. Ya lo veo venir, “desafortunadamente usted padece el síndrome…”, el tercero en mi caso, por cierto.

Cuatro fueron las tomografías computarizadas a las que los médicos tratantes decidieron arriesgarme, y es que desconozco si en sus mentes esta acción significa algo tan sencillo como comer un flan después del desayuno, una UroTAC y tres tomografías de abdomen para ver mis intestinos en un lapso menor a 15 días. Su absurdo pensamiento dicta siempre que los beneficios de esto pueden ser mayores en comparación a los riesgos, yendo en contra de la ciencia, que dicta que la radiación es acumulativa.

7.7 mSv que equivalen a 2.6 años de radiación ionizante por cada tomografía, que si en lógica lo vemos suman 10.4 años de radiación, aunque bueno, en mi caso serían 10.8 porque una gue pélvica, dos abdominales y una de tórax para ver mis pulmones a los pocos minutos de haberme practicado una resonancia magnética. Todas ellas a mi parecer, innecesarias.

Viéndolo desde mi punto de vista, ¿como no podría ser inherente? si me siento desde entonces expuesto casi a propósito a contraer cancer. Por lo pronto, no me queda más que esperar y orar por que está situación no me rebase, pero la sensación es tan superlativamente latente qué hay días en que simplemente no puedo siquiera dormir tan solo por pensar en lo que me produce ansiedad sin límites, el futuro.

El miedo es inherente y cualquiera que desee refutarlo, bien puede tragarse sus comentarios.